TEORÍA DE UNA PRÁCTICA AMOROSA DE LA POETA JESSICA ATAL ES UNA SINFONÍA POETICA

TEORÍA DE UNA PRÁCTICA AMOROSA

La muy interesante trayectoria literaria de Jessica Atal (Santiago de Chile, 1964) ha pivotado con frecuencia, de modo más o menos explícito, en torno a la condición femenina. Tras la novela virtual WhatsApp, Amor, de 2016, el libro de relatos Ella
también se va, dos años posterior, abordó la desdichada problemática de la mujer en nuestro mundo, “apelando”, en palabras de la escritora Diamela Eltit, “a esas constantes zonas movedizas que oprimen al sujeto mujer y la expropian de un territorio propio,
seguro, como no sea el liberador ejercicio de la letra que está allí para reparar la omisión y la constancia de la sumisión”.
Con todo, y corresponde decir incluso que ante todo –antes que narradora, ensayista, crítica literaria, editora y tallerista- Jessica Atal es poeta; poeta de inapelable universo propio y ya de largos caminos, pues, al respecto, el primer título en su haber,
Variaciones en azul profundo, data de 1991. Posteriormente, cuatro importantes poemarios de su autoría fueron viendo la luz hasta el año 2016 –Pérdida, Arquetipos, Cortina de elefantes, Carne Blanca-, y de esas cuatro obras, cabe fijarse en Arquetipos,
memorable trabajo del año 2013, para distinguirlo sin duda como el más paradigmático en lo que atañe a la feminidad. De aquel volumen, aparecido bajo el sello de RIL Editores, destaqué en su día su “ambicioso sentido histórico y totalizador”: si la ilustre
Gabriela Mistral “ya había retratado con amplitud la condición femenina en su serie de poemas reunidos bajo el epígrafe de “Locas mujeres” –serie que quedó repartida entre Lagar I y los textos póstumos de Lagar II”, Jessica Atal planteó, con Arquetipos, una
suerte de “cabal actualización de la citada perspectiva de género”, cuyo muestrario no desdeñaba “la ironía, la crudeza –sexual incluso- o la directa pintura prototípica de consecuencias inesperadas”. A lo dicho, pude añadir lo siguiente: “(…) el flujo de
conciencia que la autora encauza en versos cortos y afilados, como puñales, dota al discurso de un original equilibrio entre lo crítico y paródico y lo furioso. En cualquier caso, una secreta sensación de desvalimiento impera en las sucesivas figuraciones de un
sujeto lírico proteico necesariamente”. Razones todas ellas que vuelven a resultar hoy de trascendencia máxima, al haberse sumado al caudal poético de la autora una nueva y vigorosa entrega, presentada esta vez por Ediciones Bonnefont: Teoría de una práctica
amorosa, que, en palabras de la propia Jessica Atal, “tiene por objetivo la denuncia”, con la esperanza de que la poesía, “desde su espacio revolucionario, contribuya a expandir la conciencia sobre el valor de la mujer y el lugar que ella debe ocupar, con
todo el respeto que merece, dentro de cada una y todas las sociedades que conforman nuestro planeta”.
Ya desde su mismo título puede atisbarse el calado y la magnitud de la denuncia que este valiente libro pone sobre la mesa, habida cuenta de que nos hallamos ante unas páginas cuyo asunto e intención fundamental es la toma de conciencia respecto de las violencias machistas cuya amenaza –y realidad concreta, en muchos casos- las mujeres padecen en todo el mundo, de un modo u otro. Porque decir Teoría de una práctica amorosa supone analizar cómo el maltrato físico y/o psicológico que las mujeres pueden llegar a sufrir por el hecho de ser mujeres, en el seno de la pareja o fuera incluso de la pareja, forma parte de un determinado estado de cosas, asumido con escalofriante
naturalidad centuria tras centuria, según el cual queda tácitamente establecida la posibilidad de recurrir a las actitudes violentas a la hora de relacionarse con el género femenino en clave sentimental o sexual. Por otra parte, decir Teoría de una práctica amorosa, proponer tales exactas palabras y no otras, representa un nuevo ejercicio de esa ironía característica (“el apocalipsis / era un texto antiguo más / ninguna palabra era sagrada / solo perseguíamos / algo que fumar”) con la que Jessica Atal suele acceder a las mejores cualidades de su estilo; sobre todo, a ese tipo de versificación, afilada y escueta, que es marca de la casa ya, y que combina aquí los giros de pensamiento
insólito, o de vocación ocasionalmente hermética –aunque siempre sugestiva-, con otras páginas de palmaria nitidez, donde los juegos germinadores de palabras logran articular pasajes impactantes: “el hombre me pinta / el hombre me borra / el hombre me ensucia /
(en señal de abandono) / el hombre me tala/me ataca/me atraca / el hombre me clava/me cala / el hombre me tacha / el hombre me cubre de tierra / de sangre/vacío / el hombre me vacía / el hombre me toma vacía / el hombre me arranca”. Así comienza uno de los
poemas medulares de la obra, paradójicamente –o no tan paradójicamente- titulado “El hombre”, donde descuellan fragmentos de gran brillo, como éste que muestra las sutiles secuelas de la dominación masculina en el cuerpo y el alma de la mujer: “poco a poco /
desciendo a las ruinas del hombre / me hace escombros / me encadena/me tuerce / hasta sufrir por el hombre / hasta afiebrarme en el hombre / y caer del árbol del hombre (…)”.
Por la problemática abordada en Teoría de una práctica amorosa, obvio es que Jessica Atal nunca se había acercado tanto a una posible crudeza apabullante en la pintura del sufrimiento femenino –al respecto, las fotografías de Isabel Skibsted parecen dejarnos, muchas veces, en la frontera misma del gemido o del clamor-. Sin embargo, la autora acierta plenamente al no cargar las tintas ni en el vuelo de la ideación ni en el flujo de lo retórico. Con gran inteligencia, asuntos como los guiños metaliterarios –ya el poema inicial acierta a unir a Milan Kundera y Louisa May Alcott con encomiable sencillez- o las complejas relaciones entre el amor y la creación (“cada escritor / tiene
una historia de amor / o desamor que contar / como todos los humanos / solo que es menos cuidadoso / a la hora de revelar / intimidades”) otorgan al volumen una profundidad de campo que alivia y enriquece; en este sentido, el poema titulado “Desarme”, cuyo inicio es de gran efecto, se antoja una composición espléndida, con su ávida exploración de los puentes siempre colgantes entre poesía y vida (“¿quieres
decirme algo / poesía? / ¿no? / ¿por qué me haces / escribir entonces / como esperando / mis respuestas?). En la línea de Arquetipos, pero de modo sustancialmente diverso, el muestrario de feminidades se vertebra aquí a través de las dedicatorias que acompañan a cada uno
de los cuarenta y seis poemas del libro; dedicatorias que nombran a cuarenta y seis mujeres diferentes, con las que la autora establece algo así como un diálogo implícito y al cabo generador de la textualidad proteica del volumen. De tal manera, el sujeto poético es uno y muchos, o, por mejor decir, una y muchas: todas las mujeres que una voz de mujer acierta a sintetizar. Y a fe que Jessica Atal –en el que ya puede
considerarse, indudablemente, otro jalón fundamental de su itinerario artístico- consigue dar cohesión a toda la creatividad vertida en Teoría de una práctica amorosa.
Editado por EDICIONES BONNEFONT, Santiago de Chile 2020. 128 páginas.


ANTONIO DAGANZO
Colaborador de Letras 25

EL HOMBRE

el hombre me pinta
el hombre me borra
el hombre me ensucia
(en señal de abandono)
el hombre me tala /me ataca / me atraca
el hombre me clava / me cala
el hombre me tacha
el hombre me cubre de tierra
de sangre / vacío
el hombre me vacía
el hombre me toma vacía /
el hombre me arranca
me mancha / el óleo del hombre
me embriaga / la saliva del hombre
me atraviesa / la brocha del hombre
y sueño con / serpientes
que lo tratan de /
mi amor


el hombre me regala
rayos de luz / sin luz
el hombre me roba/todo el color
hace incógnita mi historia
me revienta olas
de pura extracción /o de cartón
el hombre me deja en huesos
el hombre me deshuesa
el hombre me espanta / me desarma
el hombre me esculpe / me quiebra
cada madrugada
el hombre me entierra
en la ciudad ciega /
el hombre
me devuelve a ser leyenda
me conduce/me seduce / me desliza
el hombre me arrastra
me llena de humedad / me aceita
me fragmenta
el hombre me ama / me odia / me mata
gota a gota
me deshace el hombre
en telas de carbón y de ceniza
pulsan
sus secos labios
sus gruesos labios
si hablaran de antiguas heridas
como de novias

el hombre me desordena
el pensamiento
el hombre me intuye
el pensamiento
el hombre me hace obra tentativa
me sacude por dentro
y por fuera /
me duele el hombre
me palpita / un ojo del hombre
el hombre se sale por mis ojos
me pide pedazos de locura
/ tráiganme dolor para mirar
/ tráiganme razón para escupir
/ tráiganme pensar para gritar
el hombre me huele
me toca / me toma
el hombre me tapa la boca
el hombre me calla
me traga / me muerde
/ la piel tramada
el hombre me digiere
me hierve adentro


lee sobre mis entrañas / el hombre
me vierte vino y me vierte agua
rebalsa mis óvulos verdes
/ más de mi corazón
me remacha el hombre
en un bastidor
me adoctrina el hombre /
me esboza / me sugiere
me encuadra / me frena / me corre
me traza el hombre
me nombra / me deforma


poco a poco
desciendo a las ruinas del hombre
me hace escombros
me encadena / me tuerce
hasta sufrir por el hombre
hasta afiebrarme en el hombre
y caer del árbol del hombre
madurar en el hombre
ser una hoja del árbol del hombre
me sacude el hombre
me hace casi nada / me nada
me mantiene a flote
me ahoga el hombre
en su naturaleza ambigua
/ razón de ser
todas las sobras del deseo

manjares negros
para comerme el hombre
y para después
más tarde o nunca
parir moléculas del hombre
cuando duerma sobre mí
y descifremos
algo del fugaz viaje
pero nada
del amor

L’UOMO

l’uomo mi dipinge
l’uomo mi rimossa
(in tracce di trascuratezza)
l’uomo mi taglia / mi attaca / mi ormeggia
l’uomo mi ha conficcato / mi raggela
l’uomo mi macchia
l’uomo mi copre di terra
di sangue/ vuoto
l’uomo mi prende vuota
l’uomo mi strappa
mi sporca / l’olio dell’uomo
mi ubriaca / la saliva dell’uomo
mi attraversa / il pennello dell’uomo
e sogno con / serpenti
che lo trattano di /
mi amore

l’uomo mi dona
raggi di luce / senza luce
l’uomo mi ruba / tutto il colore
rende incognita la mia storia
mi scoppia onde
di pura estrazione / o di cartoncino
l’uomo mi lascia nell’osse
l’uomo mi disossa
l’uomo mi spaventa / mi disarma
l’uomo mi scolpisce / mi spezza
ogni alba
l’uomo mi rinchiude
nella città cieca
l’uomo
mi frammenta
l’uomo mi ama / mi odia / mi amassa
goccia a goccia
mi disfa l’uomo
in tessuti di carbone e cenere
toccano
suoi labbre secche
suoi grosse labbre
se parlassero di vecchie ferite
come di fidanzata
l’uomo mi incasina
il pensiero
l’uomo mi intuisce
il pensiero
l’uomo mi sta facendo un tentativo
mi scuote dentro di me
e per fuori /
mi fa male l’uomo
mi batte / un occhio d’uomo
l’uomo esce dai miei occhi
mi chiede pezzi di follia
/ portatemi dolore per guardare
/ portatemi ragione per sputare
/ portatemi pensiero per gridare
l’uomo mi fa male
mi tocca / mi prende
l’uomo mi copre la bocca
l’uomo mi tace
mi piaccio / mi morde
/ la pelle tramata
l’uomo mi digerisce
mi ribolle dentro

legge sopra miei viscere
mi versa vino e mi versa acqua
affetta i miei ovuli verdi
/ più del mio cuore
mi rimarca l’uomo
nel mio telaio
mi indottrina l’uomo
mi abbozza / mi suggerisce
mi inquadra / mi ferma / mi scappa
mi traccia l’uomo
mi nomina / mi accartoccia

piano a piano
discendo alle rovine d’uomo
mi fa macerie
mi incatena / mi torce
fino a soffrire per l’uomo
e cade dal albero d’uomo
matura nell’uomo
essere una foglia del albero dell’uomo
mi scuote l’uomo
mi fa quasi niente / mi niente
mi tene a galla
mi annega l’uomo
nella sua natura ambigua
/ ragione d’essere
tutti gli avansi del desiderio
prelibatezze neri
per manciare l’uomo
e per dopo
più tardi o mai
partorire molecole di uomo
quando dormi sopra me
e decifriamo
qualunque fugace viaggio
pèro niente
d’amore

Jessica Atal
Poeta

Poeta, Jessica Atal
Fotografías archivo de la autora Jessica Atal
Traducción, Susanna Pallavicini



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