Séptimo sello

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Recuerdo el día en que mi profesor de cine nos dio como tarea ver el film “El huevo de la Serpiente”; no sabía nada de su director, Ingmar Bergman, ni de la fuerza de sus historias, de sus imágenes, pero esas narrativas quedaron para siempre retenidas en mí, transformando mi interior, llevándome a la búsqueda de las imágenes que ayudan a entender esta vida. Descubrí la maravilla de hacer de ellas las palabras poéticas más hermosas en este mundo de las imágenes cinematográficas.

 Este director sueco, es a quien hoy invitamos a mirar con los ojos detenidos del tiempo y en ese aroma de vagar por las verdades más profundas del alma humana. Este genio supo utilizar de manera brillante los primeros planos como metáfora de sentimientos, plasmando en las expresiones de los brillantes actores que acompañaban sus relatos, esa forma suya, diáfana y a la vez oculta, de representar el miedo a la muerte y a Dios. Además, algo muy importante de su obra y característico del maestro es que siempre supo mirar a su alrededor y nos invitaba a observar lo más simple en la profundidad del ser, dando otra mirada a lo que nos rodea.  Estando una ocasión en una capilla descubrió en su cielo una hermosa pintura donde se veía a la muerte jugando con un hombre y por supuesto, supo llevarlo a la lente dando vida a su obra maestra: “El Séptimo Sello”. En ella nos habla de las pestes, de los miedos y las quimeras, más simples que guardan tantos corazones libres; nos traslada a ese descubrimiento de querer ser inmortales, desafiando a la muerte en un juego perdido de ajedrez. Hoy su obra es vida, es un torrente legado filosófico.

Les invito a viajar junto a él por esta la memorable cinta, que además nos participa la vivencia fascinante de esa aventura de los amantes negros y blancos en todas sus tonalidades, ambos en la diversidad que se traduce en el lenguaje de las luces y sombras para llevarnos a la personificación de sentimientos, que hasta el día de hoy las nuevas generaciones veneran. Les comparto unas líneas de una carta que le escribió un alumno de la Universidad Federico Santa María en homenaje a su obra y dice así:

 ”Luego de casi 60 años de la creación de sus obras, lo que predecía como miedo a la muerte, a mi parecer fue vencido por la inmortalidad de las obras”.  

He tomado estas palabras como motivación de lo que significa volver a ver este film. Ustedes se preguntarán ¿por qué, comencé esta reseña con este cineasta? Pues bien; su narrativa debe ser la palabra que nosotros, los enamorados de las letras, debemos llevar como tono mayor en cada experiencia literaria, la que nos invita siempre a vivir al ser humano en su mayor desafío: ser inmortal.

 En recuerdo de mi maestro y mentor Mariano Silva, quién me enseño que el cine también es poesía.

Lassù.

Fotografía: Google.

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