Mis días a junto a Federico Fellini.

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Siempre corriendo, así es la vida ilusionada en la juventud desbordada de pasión, con ganas de atrapar el universo solo con una mano y un suspiro salvador. Esta era siempre mi entrada al estudio donde debíamos grabar comerciales, documentales, o programas para la televisión. Una tarde la temperatura en Roma bordeaba los 38 grados a la sombra, trabajábamos en una campaña política de hermosas imágenes. Mi director casi antes de terminar el día me sorprendió invitándome a conocer al maestro: aquel sabio y gran hombre que montado en su cámara hacía de los sueños de Italia y el mundo cantos de libertad.  Allí estábamos abriendo la puerta del teatro cinco de Cinecittà, siempre reservado al Maestro.   Cansada por nuestra jornada se despegó de mi mirada la magia, esa magia al encontrar la figura del artesano de las imágenes, explorador de los sentimientos que descubría a cada paso en su vida. Con el destello de los focos de iluminación se sorprendía mi alma naciente. Había una gran rampla donde se deslizaba con destreza un actor, y en un costado Él. Uno de los inspiradores que me llevó por el camino de la cinematografía, a quien tanto había estudiado. Escondido detrás de su lente, hablando pausado y como es propio en nosotros una broma a cada paso. Federico, Il Compagno, Il Dottore.  Me detuve por un instante, mi corazón latía con tal fuerza y Fellini alto, grande muy robusto me abrazó en ese momento era una más de esa cofradía. Habló del comercial que filmaba – el último – decía y su cuerpo se desplazaba como una enorme gacela feliz por el set, preguntaba todo, se reía con voz fuerte. Me enseñó sus equipos y bromeaba que no hacíamos nada, aparentemente los peores y más flojos trabajadores de Roma, pero lo hermoso eramos felices y sobre todo yo una estudiante, aprendiz de cineasta, loca por mi profesión. Me fui a casa respirando alegría y dando gracias a las musas de la cinematografía.

Al día siguiente en el salón de almuerzo, veo a mi gacela entrar, la mesa estaba con puestos vacíos que pronto serian plagados de amistad y profesionalismo. Se acerco como todos con la bandeja de almuerzo, pidió ración doble, comprensible por su peso y estatura, estaba frente a mí con un buen plato de macarroni, hablando de sus próximas ideas y como mejorar los teatros donde trabajábamos. sus ideas las acuñaba en América. Nosotros atentos escuchábamos, excepto mi director que se negaba hacer de nuestros estudios un Hollywood más. Ya estaba Sergio Leone, que con los spaghetti western tenía invadidas casi todas las locaciones externas maravillosamente. Hablamos largo de Pasolini, De Sica, Antonioni, de tantos que pasaron por su vida nutriendo a mi gran gacela en esta profunda pasión.

 Por dos semanas coincidimos en los almuerzos en nuestro lugar de trabajo. Le pregunte un día por su Film La Dolce Vita, sonriendo respondió…- fue un fuego de amor-. Y porque estaba en esta profesión ¿por qué el cine? En su dulce y fuerte voz me dijo, –porque nacimos para esto y el destino esta marcado -. Me pidió estudiara otra carrera para ser libre, pues el cine lo vivimos a cada paso de nuestra vida, no tenemos taburetes, somos esclavos, como lo somos de la poesía, cada imagen que grabamos queda en nuestra mente y al pasar de las horas, ellas se ven multiplicadas por las ganas de entonar en cada instante las prosas que vamos sintiendo.

Así lo hizo esta gacela, vivió cada segundo de grabaciones, armonizaba su sentir con la cámara. Sus actores nunca supieron como el maestro los llevaba a planos de secuencia de tal forma que danzaba la creación más armoniosa, tal como un día me aconsejó:

– El cine es ese pedazo de existencia que nos lleva muchas veces al abismo de nuestro ser, cuida tu abismo y musita palabras de amor, siempre envueltas en nuestras grandes verdades –

 Federico Fellini, a quien no debemos de dejar de leer con nuestros ojos y sentimientos. Ese hombre destacable en claridad, generosidad y consecuencia, su gran amigo era el albañil de Cinecittà, se dio tiempo para conversar con una niña que solo llevaba sueños, enseñarme uno que otro truco y me animó a no dejar mi camino. Estas palabras suyas por décadas han vivido en mí.


– Susanna, ¿sabes dónde están los sueños.?. En el cine y los libros, viajamos cada día por miles de ellos, somos cocreadores del amor sin límites en las virtudes que solo nosotros conocemos – Fellini.

Les invito a revivir estos magníficos films:

La Dolce Vita, 1960
La Strada,       1954
I Vitelloni,       1953

Y tantas otras joyas de la filmografía de Federico Fellini que junto a grandes actores dieron fuerza, vida a ese cine italiano de realidades y dramas profundos, dando paso a las historias que nutren hoy al cine clarificador, siempre en la exploración de lo que somos, con sus imágenes puras, diálogos humanos, desempolvando vida, como el gran legado de esta Gacela del cine, un creador al que no olvidaré … Sencillo y puro en amor.

Grazie Maestro per la tua vita… per sempre Federico Fellini.

Federico Fellini, Director de cine, guionista, actor, escritor. (1920 – 1993).
Fotografía: Archivo Privado Cinecittà.
Texto : Susanna Pallavicini.

Dedico este artículo a mi amigo Mauricio, motivador de estas líneas.

                                                                                     Lassù.

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