Un vaso lleno de agua para “El teatro”

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Recuerdo la gran entrada, luego una enorme escalera. Mi hermano me llevaba de la mano hablando del autor y la obra. Con mis diez años iba al teatro, así quedó plasmado en mi diario de vida, viviendo hasta hoy la misma emoción.

 La sala estaba sombría, el sillón donde  él me acomodó era gigante, mis pies no tocaban el suelo, frente a mí un escenario con una mesa, sillas , vasos y un jarrón, la obra :  “La casa de Bernarda Alba”, con la mano tomada de mi gran héroe no tenía miedo, fue lindo ver sus vestimentas, la ambientación, el tiempo pasó sin saberlo, en mi pequeño mundo imaginaba mil cosas estaba abriendo una caja de pandora sin llegar al final sin saber dónde iba,  escuchando un ruido fuerte, tomando el brazo de mi hermano.  Regresando a casa me enseñó a vivir este primer encuentro con el teatro, ya en edad adulta agradecí ese día, esa emoción tan grande de ser parte por unas horas de ese caleidoscopio que bañaba mi mente. Las vivencias del autor, encarnadas a fondo en los huesos de los actores y actrices; a veces reyes, reinas, señores, criados, locos y cuerdos, otras los vemos como amantes, amados, odiados, otras volando cual pincel de Chagall, en esos momentos vislumbramos la vida, el escenario, un Aleph del sentir en el alma humana. En ocasiones basta solo un vaso, ese vaso que recuerdo hasta hoy de la mano de mi hermano y García Lorca, ese vaso transformado por actrices y actores para quitar la sed o matar, con máscaras o sin ellas, pero siempre entregando sentimientos que mueven hasta la última gota de sangre en la actuación. Muchos somos los enamorados de la alegría y emoción al ver levantarse el telón, vivir esa magia tan profunda al caminar por una historia que siempre nos regala un   pensamiento.

Hoy esta guerra pandémica tristemente larga, misteriosa, cansada, nos ha encerrado.

 La última vez que fui al teatro gocé de la espléndida presentación de Anastasia. Al salir caminé varias cuadras hasta llegar a la estación de tren, mis pasos eran un timón de navegación por cada canción, por cada interpretación trepidando aún en mi corazón. Hoy ya van más de dos años sin poder subir por esas escaleras, sin ver un telón, misterioso blasón que me invitaba siempre a una nueva creación. El teatro me ayudó y enseñó una parte importante de mi vida, comprender donde están las musas, donde esta el rey Midas, donde un violinista en el tejado nos nutre la mirada, donde danzan las parcas que hoy vemos bailar, el teatro como los libros me siguen enseñando a vivir un mundo más allá de lo que podemos alcanzar; la esencia básica de la sensibilidad y profundidad del creador con la creación.

No podemos hoy seguir indiferentes a ellos, butacas vacías, puertas cerradas, artistas yermos, ¡se nos secan las plantas! Nosotros el público, no debemos quedar fuera de esta mágica cadena de quimeras, no podemos dejar ir un oficio que nos acompaña desde los inicios de la humanidad, estamos llamados a volver, ser fuente de oxígeno para cada obra y persona que crea una puesta en escena.

Ya no puedo ir de la mano de mi hermano a una sala de teatro, pero sí puedo invitar hoy a mi familia al despertar de cada dramaturgo , iluminador, escenógrafo, actor y a todos los que hacen posible este encantamiento… sentada en la butaca de mi sala,  convirtiendo la pantalla de un monitor en ese gran telón. , no dejemos a las nuevas generaciones sin los sueños de Shakespeare, Lope de Vega, Betti, Po, Pirandello, Pasolini y tantos otros que en las manos de actrices y actores dan vida a las vidas de los sueños siempre tan reales de una obra de teatro. No dejemos morir al agonizante blasón colgado de una atadura.  Ayudemos a dar un vaso de agua a este gran mester sediento: El teatro.

Honremos con nuestra presencia a tantos profesionales que hicieron de este arte su vida y pasión, ellos que en esta guerra fueron derrocados, jamás serán olvidados por quienes amamos este arte ancestral y hermoso. No permitamos que el telón quede cerrado a nuestros ojos sin dar esa mano con un vaso de agua a las tablas que gimen en soledad esperando el despertar del sol por un rayo de los focos de iluminación.  

                                 “El teatro, metáfora de la poesía”.

                                                                                            Lassù.

                                                                                        (Marzo 2021, pandemia; guerra sin  lugar)

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