Poeta Safo nunca en el olvido

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El profesor y psicólogo, Mario Soto nos regala un gran recuerdo de la historia en la voz de la gran poetisa Safo de Mitilene.

Safo, se señala como fecha de nacimiento alrededor del 610 al 650 en Ereso parte de la isla de Lesbos, y murió alrededor del 580 antes de Cristo. Fue una poetisa de la época griega arcaica catalogada por Platón como la décima musa. Cuando hablamos de amor Lésbico o amor Sáfico estamos haciendo alusión a la poeta y de ahí su significado de amor entre dos mujeres.   Ella fue parte de una familia aristocrática, alejándola de su hogar por las luchas de poder, por esto pasó toda su vida en la isla de Lesbos, teniendo un corto exilio en Sicilia. Se cree fundó una Escuela de Poesía donde convivía con sus compañeras en un clima distendido y propicio a la contemplación y a la recreación en el arte y la belleza.

Su obra estaba compilada en la biblioteca de Alejandría en nueve libros los cuales eran copiados, traducidos y usados para la enseñanza de la literatura, hasta que el papa Gregorio VII en el año 1073 mandó a quemar todos los manuscritos por considerarlos inmorales.

Se han conservado algunos ejemplos de su lirica popular en epitalamios, (cantos nupciales). Estas canciones se diferenciaban del resto de sus poemas, más intimistas y cultos, para los que creo un ritmo y métrica nueva, La estrofa sáfica. Su tema principal eran sus sentimientos y el amor propiciado por la diosa Afrodita. La sensibilidad y delicadeza son los protagonistas de sus poemas, sentimientos encontrados con su circulo de mujeres, como así también los celos, el amor la decepción, la alegría y la rivalidad, son plasmados en su total extensión en el mundo sáfico, que es un mundo absolutamente femenino.

Safo habla en sus poemas de la pasión amorosa que se apodera del ser humano que se manifiesta en diversas formas, como los celos, el deseo o una intangible nostalgia, plasmado en el himno en honor a Afrodita que podría considerarse una oración, una suplica dirigida a la diosa del amor con el propósito de conseguir su ayuda y lograr así el amor de su enamorada. Todos sus poemas han llegado de manera fragmentada a nuestros días. Gran inspiradora de poetas como el inolvidable Catulo.

«Os aseguro que alguien se acordará de nosotras en el futuro» Safo.

Este poema se inicia con una invocación de Safo a la diosa Afrodita y le ruega que acuda en su ayuda.

¡Oh, tú en cien tronos afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojas con pesar y sexo
¡Ruégate Cipria!
Antes acudes como en otros días.
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Zeus
Alta morada
El aurio carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo , desde el éter puro
Raudo bajaba.
Y tú ¡oh, dichosa ¡en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces ahora?
Me preguntabas –
¡Arde de nuevo el corazón inquieto!
A quien pretendes enredar en suave
¿Lazos de amores? ¿Quién tu red evita?,
Mísera Safo.
Que, si te huye, tornera a tus brazos,
Y más promicio ofrécerate dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte
Ven, como pues, ¡oh diosa!
Y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de tu dura pena;
Cual protectora en la batalla lidia
Siempre a mi lado.


De verdad que morir yo quiero

De verdad que morir yo quiero
pues aquella llorando se fue de mi
y al marchar me decía: ay, Safo,
qué terrible dolor el nuestro
que sin yo desearlo me voy de ti.

Pero yo contestaba entonces:
No me olvides y vete alegre
sabes bien el amor que por ti sentí
y, si no, recordar te quiero,
por si acaso a olvidarlo llegas,
cuánto hermoso a las dos nos paso.

Las coronas de rosas tantas
y violetas también que tú
junto a mi te ponías, después allí,

perfumado tu cuerpo luego
con aceite de nardo todo
y con leche y aceite del de jazmín.

recostada en el blando lecho,
delicada muchacha en flor,
al deseo dejabas tu ya salir.

Y mi Fiesta jamás mi danza,
ni tampoco un sagrado bosque
al que tú no quisiera conmigo ir.


Llegaste

Llegaste, lo hiciste y yo te desee ardientemente
y helaste mi corazón, encendido en deseo


Igual parece a los eternos Dioses
quién logra verse frente a ti sentado.
¡ Feliz si goza tu palabra suave,
Suave tu risa!

A mí en el pecho el corazón se oprime
Solo en mirarte; ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir, y otra
Calla la lengua.

Fuego sutil dentro de mi cuerpo todo
Presto discurre; los inciertos ojos
Vagan sin rumbo; los oídos hacen
Ronco zumbido.

Cúbrame toda de sudor helado;
Pálida quedo cual marchita yerba;
Y ya sin fuerza; sin aliento, inerte,
Muerto parezco.

La Safo



Texto: Profesor de Historia Mario Soto H. U. Católica de Chile.
Fotografías Archivos Revista Letras 25.

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