Poeta lárico Jorge Teillier Sandoval

Nací al lado de un molino, al lado de una higuera. Mis recuerdos son del río Lautaro y después, de Temuco. La lluvia no se notaba, uno la echaba de menos cuando no caía. ¡Tan distinto de Santiago! Allá, mis compañeros de curso que escribían poemas eran muy respetados…

Nació en la pequeña localidad de Lautaro al sur de Chile (1935) fue parte de la generación literaria de 1950. Creador y exponente lucido de la poesía lárica; esos versos que nos llevan de regreso al hogar (Lar) a los sonidos de esa naturaleza mezclada en la forma más simple de la fuerza humana. Teiller, poeta noble semejante a un grano de arena siempre en búsqueda de su playa. Me estremecen estas palabras tan bien pronunciadas:

El Nobel no lo iría a buscar. Le pediría al rey de Suecia que me lo venga a dejar a EL Parrón, pero con una condición: que cruzara la plaza con corona, para que lo vieran los niños del pueblo.

Es el profundo sentimiento de un aedo buscador donante de la simpleza de sus versos, llenando espacios para el mundo común, ocupando un lugar importante, para volver incansablemente a sus raíces de pertenencias conservando el latido de lo humano, custodiando los recuerdos así nos dibuja que el mundo esta bien hecho, el campo, lo agreste, los objetos más simples , las historias de la vida diaria.

Los poetas Lares son quienes han tenido una visión personal tanto del mundo natural como cultural, tomando conciencia de los grandes cuestionamientos de su época y solo encontrando una respuesta a través de la palabra, sin transformar esa poesía en política, filosofía, ni religión. En este sentido Teillier nos dice; Quien se da a la poesía, aquel verdadero poeta, ese ser mirado despectivamente por nuestra sociedad, está ejerciendo un acto de valiente rebeldía contra el utilitarismo, la estupidez y el egoísmo material. Lo lárico es una vuelta, no a lo primitivo, sino a las fuentes naturales, a lo que te da vida.

… a los poetas se les conoce en sus versos. No más palabras, recibamos en nuestra mesa , estas letras que nos iluminan.

Bajo el cielo nacido tras la lluvia. (Los trenes de la noche y otros poemas. Ediciones de la revista Mapocho, 1964).

Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos
en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de
remos en el agua.
O quizás no sea sino la luz de un
pequeño barco,
esa luz que aparece y desaparece
en el oscuro oleaje de los años
lentos como una cena tras un
entierro.
O la luz de una casa hallada tras la
colina
cuando ya creíamos que no quedaba
sino andar y andar.
O el espacio del silencio
entre mi voz y la voz de alguien
revelándome el verdadero nombre
de las cosas
con solo nombrarlas: «álamos»,
«tejados».
La distancia entre el tintineo del
cencerro
en el cuello de la oveja al amanecer,
y el ruido de una puerta cerrándose
tras la fiesta.
El espacio entre el grito del ave
herida en el pantano,
y las alas plegadas de una mariposa
en calma
sobre la cumbre de la loma barrida
por el viento.

Eso fue la felicidad:
dibujar en la escarcha figuras sin
sentido
sabiendo que no durarían nada,
cortar una rama de pino
para escribir un instante nuestro
nombre en la tierra húmeda,
atrapar una plumilla de cardo
para detener la huida de toda una
estación.

Así era la felicidad:
breve como el sueño del aromo
derribado,
o el baile de la solterona loca frente al espejo roto.

Pero no importa que los días felices
sean breves
como el viaje de la estrella
desprendida del cielo,
pues siempre podremos reunir sus
recuerdos,
así como el niño castigado en el patio
encuentra guijarros con los cuales
forma brillantes ejércitos.
Pues siempre podremos estar en un
día que no es ayer ni mañana,
mirando el cielo nacido tras la lluvia
y escuchando a lo lejos
un leve deslizarse de remos en el agua.

CHIQUILLA (Para Ángeles y Gorriones. Edición «puelche» 1953-1956).

Del árbol de la tarde cereza o manzana eres.
Tu delantal a cuadros vibra azul en el patio.

Bella durmiente triste, vigilada por rosas,
¡qué sola está la casa cuando cierras los ojos!

Tu cabellera con rumorosa de lluvia
¿te la entregó algún día de otoño luminoso?

Loa trenes de la infancia te dejan de regalo
un canasto con humo de añejas primaveras.

Tú eres tan pequeña que el viento se hace niño
para jugar contigo; igual que con la avena.

Para soñarte miro un vaso de agua fresca
y te veo tan cerca que hasta olvido mirarte.

La luz se hace tu mano y abre las ventanas
y la noche va en busca de su traje de día.

DARÍA TODO EL ORO DEL MUNDO. (Poemas Secretos, Ediciones Universidad de Chile,1965)

Daría todo el oro del mundo
por sentir de nuevo en mi camisa
las frías monedas de plata de la lluvia.

Por oír rodar el aro de alambre
en que un niño descalzo
lleva el sol a un puente.

Por ver aparecer
caballos y cometas
en los sitios eriazos de mi juventud.

Por oler otra vez
los buenos hijos de harina
que oculta bajo su delantal la mesa.

Para oler otra vez
los buenos hijos de harina
que oculta bajo su delantal la mesa.

Para gustar
la leche del alba
que va llenando los pozos olvidados.

Daría no sé cuánto
por descansar en la tierra
con las frías monedas de plata de la lluvia
cerrándose los ojos.

LA PORTADORA

Y si te amo, es porque veo en ti la Portadora
la que, sin saberlo, trae la blanca estrella de la mañana,
el anuncio del viaje
a través de días trenzados como las hebras de la lluvia
cuya cabellera, como la tuya, me sigue.
Pues bien sé yo que el cuerpo no es sino una palabra más
(más
allá del fatigado aliento nocturno que se mezcla, la rama
de canelo que los sueños agitan tras cada muerte que nos
une),
pues bien sé yo que tú y yo no somos sino una palabra más
que terminará de pronunciarse
tras dispensarse una a otra
como los ciegos entre ellos se dispensas
que brilla para los que nunca verán.

Y nuestros días son palabras pronunciadas por otros,
palabras que esconden palabras más grandes.
Por eso te digo tras las pálidas máscaras de estas palabras
y antes de callar para mostrar mi rostro verdadero:
Toma mi mano. Piensa que estamos entre la multitud
aturdida y satisfecha ante las puertas infernales,
y que ante esas puertas
por un momento, llenos de compasión, aprisionamos amor
(en nuestras manos
y tal vez nos será dispensado
conservar el recuerdo de una sola palabra amada
y el recuerdo de este gesto,
lo único nuestro».

Poemarios:

Para ángeles y gorriones (1956)
El cielo cae con las hojas (1958)
El árbol de la memoria (1961)
Los trenes de la noche y otros poemas(1961)
Poemas del País de Nunca Jamás(1963)
Poemas secretos(1965)
Crónicas del forastero(1968)
Muertes y maravillas(1971)
Para un pueblo fantasma(1978)
La isla del Tesoro(1982)
Cartas para reinas de otras primaveras(1983)
El molino y la higuera(1994)
Hotel Nube(1996)
En el mudo corazón del bosque(1997).Póstumo.

Poeta Jorge Teillier Chileno. 1935 – 1996. Miembro de la Generación del 50
Texto: Lassù.
Fotografías,Patrimonio Cultural. bog.cl

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